La primavera lluviosa y el invierno suave, salvo algunos días puntuales, han provocado que proliferen unos seres que, la verdad, no son de mi agrado en absoluto. Mira que a mí me gusta todo bicho viviente, pero estos...como que no. Son las garrapatas, horribles parásitos chupadores de sangre que me producen especial repulsión. Ahora, cada vez que venimos de pastar con las cabras, hay que hacer revisión general, porque aparecen estos animalitos paseando sobre los perros...y sobre las cabras. Aquí tenéis la colección de garrapatas que hemos sacado a Troya en la última excursión, una de ellas ya crecidita, porque a veces se te escapa alguna y crecen. Las grandes son las hembras, y las pequeñas que las acompañan, a veces una, a veces en grupos de dos o tres, son los machos. Las pequeñas, aún puedo manejarlas bien: se las quito yo, porque mi marido tiene esos dedos anchos de portero de fútbol que no son muy sensibles, y arranca el pelo de los animales y todo. Pero ya las grandes... con las grandes no puedo.
Esto me recuerda que hay también algunos parásitos que viven a costa del esfuerzo de la gente, como los que exigen al ambulatorio del pueblo una reducción de 90.000 euros en su presupuesto (ya faltan un montón de cosas, nos comentan) y los responsables agrarios que, antes de dar ayudas a los agricultores, exigen que se empeñen hasta las cejas; luego ellos ya mirarán de arreglarte algo.
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